LAMBERTO TEOTINO – «non-physical entities»

Questo progetto video prosegue l’analisi che negli ultimi dieci anni ha contraddistinto la mia ricerca artistica volta in forma di “impulso archivistico” al recupero e allo studio dell’immagine preesistente.

Successivamente al recupero di fotografie d’archivio e ad immagini di dipinti d’epoca, qui troviamo l’analisi del video d’archivio.

Questo nuovo capitolo di ricerca nei confronti del video, assieme agli altri due sulla fotografia e sulla pittura, formano quella che ho definito la “trilogia dell’archivio “.

In non-physical entities ho analizzato quei fenomeni che risultano contrari alla legge della fisica e che se misurati secondo metodi scientifici risultano inesistenti, definiti anomali e conosciuti come paranormali o soprannaturali.

Attraverso una rielaborazione ho costruito forme nuove all’interno di scene recuperate dando prova effettiva della loro esistenza primordiale. Un nuovo punto di vista, come in un caleidoscopio io qui ho appoggiato l’occhio nel mirino della cinepresa ed ho osservato la genesi di nuove forme. Questo stato di sospensione, dal carattere spettrale crea un “senso altro” che ci riconduce in una sorta di passaggio dimensionale, dal sapore magico ed illusionistico; personalmente mi riporta ad una esperienza vissuta da bambino in cui ricordo che mi capitava spesso di andare in un luogo lungo una strada, definita “la strada del Diavolo”, ad osservare per ore il fenomeno della salita in discesa in cui un oggetto fisico fatto roteare in una discesa andava al contrario

 


 

Este proyecto vídeo continua con el análisis que en los últimos diez años ha identificado mi investigación artística convertida en forma de “impulso archivístico” en el recuperar y estudiar imágenes preexistentes.

Después de recuperar fotografías de archivo e imágenes de pinturas de época, encontramos el análisis del vídeo de archivo.

Este nuevo capítulo de investigación del vídeo, junto con los otros dos sobre fotografía y pintura, forman la que he definido la “trilogía del archivo”.

En non-physical entities he analizado esos fenómenos que restultan contrarios a la ley de la física y que si son medidos según métodos científicos resultan inexistentes, definidos anormales y conocidos como paranormales o sobrenaturales.

A través de una reelaboración he construido formas nuevas dentro de escenas recuperadas dando la prueba definitiva de su existencia primordial. Un nuevo punto de vista, como en un caleidoscopio yo aquí he apoyado el ojo en la mirilla de la cinepresa y he observado la génesis de nuevas formas. Este estado de suspensión, con carácter espectral crea “otro sentido” que nos reconduce a una especie de pasaje dimensional, del sabor mágico e ilusionístico; personalmente me traslada a una experiencia vivida de niño donde recuerdo que a menudo iba a un lugar que quedaba de paso en una carretera, definida “la carretera de Diablo”, a observar durante horas el fenómeno de la subida en bajada en la que un objeto físico hecho rodar en una bajada iba al contrario.

 

 

 

Finestre Aperte – Ana Zamora

TRADICIÓN POPULAR Y PUESTA EN ESCENA: LAS IDAS Y VUELTAS DEL TEATRO DE TÍTERES

Si podemos sacar algo en claro en el estudio de las manifestaciones teatrales, o parateatrales, generadas en el ámbito de la tradición popular, es que más allá de orgullos patrios y mensajes apocalípticos en torno a identidades nacionales, estamos sorprendentemente cerca los unos de los otros. Es difícil definir hasta dónde llega la extensión de esa enorme red de influencias, de contaminaciones escénicas que nos hermanan en el espacio y en el tiempo, pero parece hoy indiscutible que existe una especie de unidad de cultura entre los pueblos europeos, que por extensión también descubrimos, ya matizada y reinterpretada, a lo largo y ancho de Latinoamérica.

En el caso de países con lazos históricos y geográficos tan cercanos como los que unen a Italia y a España, las tradiciones casi se confunden. En estas tierras nuestras, las difusas fronteras entre ritualidad y teatralidad se desdibujan en fiestas apasionantes, aún ancladas en el ciclo de las estaciones que marcaron un día el devenir de la vida cotidiana en las sociedades agrarias: Navidad, Carnaval, Cuaresma, Semana Santa, Fiestas de Estío…

Estamos en un espacio privilegiado para acercarnos a la teatralidad más primitiva, aquella que nos hace comprender el sentido del arte escénico como rito que invoca a las fuerzas de la naturaleza, pero que al tiempo se constituye como imprescindible espacio de encuentro de una sociedad consigo misma. Ritos paganos y cristianos que se transforman en manifestación cívica, aunque también ya irremediablemente turística, exponentes de un mundo perdido o quizás soñado, que nos remiten a un sentido ancestral del arte escénico.

Y en este panorama de fusiones y confusiones, surge el títere como gran elemento mágico, totémico, para protagonizar un teatro no regulado por paradigmas realistas rígidos ni preocupado por anacronismos, como arte que acumula todas las inverosimilitudes posibles.

Desde una perspectiva histórica, en Italia, la presencia de los títeres está ya bien documentada en los siglos XV y XVI, en una tradición marionetística que quizá se podría remitir hasta las farsas atelanas, y de la que se tiene testimonio en el mundo romano (como se atestigua en las Sátiras de Horacio, o en el Satiricón de Petronio). Hoy parece también irrefutable su existencia durante la Edad Media en las plazas públicas y en el interior de las iglesias. Varios documentos respaldan esta hipótesis: por ejemplo, la descripción de Girolamo Cardano en De rerum varietate (1558) de un espectáculo de títeres que parece reflejo de costumbres escénicas anteriores, o la prohibición promulgada en 1600 por el sínodo de la villa de Oriolo, de representar historias de carácter sacro a través de los pupazzi, que presupone una larga tradición.

Ya entre 1570 y 1580 se habían consolidado en Italia los rasgos fundamentales de la commedia dell´arte, y muy pronto comenzaría un proceso de adaptación del género al teatro de títeres. Pulcinella alcanzó un enorme éxito como muñeco, y terminará convirtiéndose en un referente a nivel europeo, dando lugar a los diferentes modelos nacionales de títere de guante tradicional. En España, Pulcinella se transformó en Don Cristóbal Polichinela o Cristobita. Federico García Lorca, en los años 30 del siglo XX, dará un valor literario a nuestro héroe titiritesco nacional, haciéndole alcanzar su máxima cuota de popularidad, marcando unas características específicas que van a condicionar definitivamente el carácter del personaje, y que aún hoy siguen imponiendo una perspectiva culta o refinada, a la hora de entender el teatro popular en España. Nada como volver a los orígenes para encontrar razones de ser y nuevas identidades.

Este proyecto propone una inmersión en la tradición escénica italiana, a través de referencias históricas y documentales de diversa procedencia, dando especial importancia al trabajo de campo de carácter etnográfico, para contextualizar y comprender la trascendental pervivencia del género de los títeres en este país. Una investigación de carácter multidisciplinar, que sentará las bases de un espectáculo de nueva creación que nos permita recuperar el sentido original del teatro tradicional como instrumento dramático que condensa el sentido crítico, satírico, y popular en el mejor sentido del término, que tanto necesita nuestra escena contemporánea.

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TRADIZIONE POPOLARE E MESSA IN SCENA: LE ANDATE E I RITORNI DEL TEATRO DI MARIONETTE

Se c’è qualcosa che possiamo dedurre dallo studio delle manifestazioni teatrali, o parateatrali, generate nell’ambito della tradizione popolare, è che al di là di orgogli patri e messaggi apocalittici intorno a identità nazionali, siamo sorprendentemente vicini gli uni agli altri. È difficile definire fino a dove arriva l’estensione di quell’enorme rete di influenze, di contaminazioni sceniche che ci accomunano nello spazio e nel tempo, ma sembra oggi indiscutibile che esiste una specie di unità di cultura tra i popoli europei, che per estensione scopriamo anche, già tratteggiata e reinterpretata, in tutta l’America Latina.

Nel caso di paesi con legami storici e geografici così vicini come quelli che uniscono Italia e Spagna, le tradizioni quasi si confondono. In queste nostre terre, le imprecise frontiere tra ritualità e teatralità sfumano in feste appassionanti, ancora vincolate al ciclo delle stagioni che segnarono un giorno il divenire della vita quotidiana nelle società agrarie: Natale, Carnevale, Quaresima, Settimana Santa, feste dell’estate…

Siamo in uno spazio privilegiato per avvicinarci alla teatralità più primitiva, quella che ci fa comprendere il significato dell’arte scenica come rito che invoca le forze della natura, ma che allo stesso tempo si costituisce come imprescindibile spazio d’incontro di una società con se stessa. Riti pagani e cristiani che si trasformano in una manifestazione civica, sebbene anche ormai irrimediabilmente turistica, esponenti di un mondo perduto o forse sognato, che ci rimanda a un significato ancestrale dell’arte scenica.

E in questo panorama di fusioni e confusioni, nasce la “marionetta” come grande elemento magico, totemico, per essere il protagonista di un teatro non regolato da paradigmi realisti rigidi né preoccupato da anacronismi, come arte che accumula tutte le inverosimiglianze possibili.

Da una prospettiva storica, in Italia, la presenza del teatro di figura era già ben documentata nel XV e nel XVI secolo, in una tradizione marionettistica che forse si potrebbe far risalire alle farse atellane, e della quale si ha testimonianza nel mondo romano (come attestato nelle Satire di Orazio o nel Satyricon di Petronio). Oggi sembra irrefutabile anche la sua esistenza nel Medioevo nelle pubbliche piazze e all’interno delle chiese. Diversi documenti sostengono questa ipotesi: per esempio, la descrizione di Girolamo Cardano in De rerum varietate (1558) di uno spettacolo di marionette che sembra il riflesso di abitudini sceniche precedenti, o il divieto promulgato nel 1600 dal sinodo della città di Oriolo di rappresentare storie di carattere sacro attraverso i pupazzi, che presuppone una lunga tradizione.

Già tra il 1570 e il 1580 in Italia si erano consolidati i tratti fondamentali della commedia dell’arte, e ben presto si sarebbe avviato un processo di adattamento del genere al teatro di burattini. Pulcinella raggiunse un successo enorme come burattino, e diventò un riferimento a livello europeo, dando luogo ai diversi modelli nazionali di burattino a guanto tradizionale. In Spagna, Pulcinella si trasformò in Don Cristóbal Polichinela o Cristobita. Federico García Lorca, negli anni Trenta del Novecento, darà un valore letterario al nostro eroe burattinesco nazionale, facendogli raggiungere il massimo livello di popolarità, determinando delle caratteristiche specifiche che condizioneranno definitivamente il carattere del personaggio, e che ancora oggi continuano a imporre una prospettiva colta o raffinata nella comprensione del teatro popolare in Spagna. Non c’è nulla come tornare alle origini per trovare ragion d’essere e nuove identità.

Questo progetto propone un’immersione nella tradizione scenica italiana, attraverso riferimenti storici e documentaristici di diversa provenienza, dando un particolare rilievo al lavoro sul campo di carattere etnografico, per contestualizzare e comprendere la fondamentale sopravvivenza del teatro di figura in questo paese. Una ricerca di carattere multidisciplinare che pone le basi per uno spettacolo di nuova creazione, che ci permetta di recuperare il significato originale del teatro tradizionale come strumento drammatico che condensa il significato critico, satirico e popolare nel miglior senso del termine, di cui tanto ha bisogno il nostro teatro contemporaneo.

Cuentos en Red

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Cuentos en Red es una serie de audiocuentos en podcast, iniciativa de la Red de Centros Culturales de España perteneciente a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo; se trata de una entrega de veinte cuentos de veinte ciudades de tres continentes. A partir del lunes 18 de mayo, durante veinte días consecutivos, se publicarán en ivoox y spotify los cuentos seleccionados por cada país.

Con esta iniciativa la Red de Centros Culturales propone un acercamiento a la literatura a través de herramientas digitales, recopila cuentos de autoras y autores de habla hispana en un espacio común con el objetivo de dar a conocer de forma interactiva la riqueza de la narrativa en español, así como las posibilidades de este género y la importancia de la ficción para la construcción de imaginarios posibles.

Los cuentos son narrados por escritoras/es, periodistas, actrices y actores de Santo Domingo, México D.F., Guatemala city, Tegucigalpa, San Salvador, San José de Costa Rica, Managua, Panamá, Lima, Santiago de Chile, Córdoba, Rosario, Buenos Aires, Montevideo, Asunción, La Paz,  Malabo, Bata, Roma y Madrid. Ciudades donde se encuentran los centros culturales y los centros asociados de la Cooperación Española, así como la Academia de Roma y la Biblioteca de AECID.

Los Cuentos en Red pueden escucharse de forma gratuita través de un ordenador, de una tablet o simplemente desde el smartphone accediendo al Link en iVoox o a través del Link en Spotify.

Finestre Aperte – Begoña Soto

La Società Italiana Cines in Spagna

Begoña Soto Vázquez.

Academia de España en Roma – Universidad Rey Juan Carlos

La Società Italiana Cines, nota semplicemente come Cines, viene creata nel 1906 a Roma. Nasce a partire dalla ditta Alberini & Santoni, manifattura di soggetti e films cinematografiche, creata sempre a Roma nel 1905 da Filoteo Alberini con il finanziamento di Dante Santoni. Sia l’Alberini & Santoni che l’erede Cines avranno i loro teatri di posa in via Appia Nuova (via Veio) nei pressi di porta San Giovanni. Filoteo Alberini filma nel 1905 “La presa di Roma” che secondo la storiografia è il primo film a soggetto di nazionalità italiana. Questo film venne restaurato e ricostruito nel 2005 dalla Cineteca Nazionale a partire da duplicati negativi degli anni ’30 del secolo scorso provenienti dall’Istituto Luce e previa analisi e comparazione di copie esistenti nella stessa Cineteca Nazionale, nella Cineteca Italiana di Milano, nella Cinemateca Argentina a Buenos Aires, al MOMA di New York e al National Film and Television Archive (Regno Unito), oltre a un singolo fotogramma fornito dallo storico Aldo Bernardini. Il materiale recuperato nel 2005 è di 75 metri di pellicola (tre minuti, trenta secondi di proiezione approssimata a 18 fps), mentre, stando a fonti pubblicitarie dell’epoca, l’opera proiettata nel 1905 era lunga 250 metri (dodici minuti di proiezione approssimativamente a 18 fps) (Bollettino n. 1 Alberini & Santoni. 1905). Tutto questo preambolo per un titolo e il suo restauro, che sostanzialmente ha poco a che vedere con questo progetto, serve a dare un’idea chiara fin dall’inizio delle difficoltà e dei problemi riscontrati nel reperimento dei materiali cinematografici, nello studio, ricostruzione e restauro.

Dal 1911 in poi Cines non sarà soltanto una manifattura o produttrice di film, ma compra anche il brevetto e apre una fabbrica a Padova per cominciare a prodursi da sola la celluloide o la pellicola vergine. Sempre nel 1911 avvia la creazione di succursali per la distribuzione dei suoi titoli in diverse città europee, tra cui quella di Barcellona sotto la direzione di Berardo Munzi e poi di Giuseppe Miraglia. Il sistema di aprire un ufficio con un responsabile direttamente mandato dall’Italia per commercializzare i suoi titoli rimane attivo durante tutta la storia di Cines a Barcellona. È un sistema che nessun’altra casa di produzione italiana in Spagna metterà in atto e che con delle varianti sarà quello seguito dalle due grandi case francesi dell’epoca Pathé e Gaumont. Studiando la stampa cinematografica del primo decennio del XX secolo siamo a conoscenza che Cines sotto la direzione di Munzi e Miraglia ebbe in distribuzione più di mille titoli in Spagna (e da lì a tutta l’America Latina) tra il 1910 e il 1917.

 

A metà del 1913, secondo la storica Palmira González o il catalogo di titoli Julio Pérez Perucha, Cines stabilisce qualcosa di più di una succursale per la distribuzione. Creerà il marchio Film de Arte Español per produrre film. Non sappiamo se le riprese siano in regime di coproduzione, come produzioni prettamente spagnole o semplicemente come produzioni italiane ambientate (parzialmente) in Spagna. Tramite diverse vie ho potuto elaborare una prima lista di produzioni vincolate a Film de Arte Español, tutte del 1913 e in qualche modo sotto la responsabilità tecnica di Giovanni Doria. Queste sarebbero: “Carmen”, “Luz que vuelve”, “El collar de diamantes”, “El revólver del Kri-kri”, “El crimen de otro”, “Los dos buzos”, “El hijo del mar” e “Los solitarios del bosque”. In una prima analisi realizzata in questi mesi possiamo dire che si conservano materiali di “Carmen” (incompleta) al Centre national du cinéma et de l’image animée (Francia), alla Filmoteca Española, alla Filmoteca de Catalunya e alla Cineteca Nazionale; di “El collar de Diamantes” (incompleta) alla Filmoteca Española e Radio Televisión Española; di “El revólver del Kri-kri” (da ricercare) al Centre national du cinéma et de l’image animée (Francia) e di “Los dos buzos” (da consultare) alla Cineteca Italiana (Milano).

 

In questo progetto cerchiamo da un lato le biografie dei tecnici e impresari che Cines trasferisce in Spagna tra il 1910 e il 1917: Goffredo Mateldi (attore e regista), Augusto Turchi (regista, sceneggiatore, scenografo e amministratore), Giovanni Doria (regista e direttore della fotografia), Berardo Munzi (dirigente e distributore) e Giuseppe Miraglia (dirigente e rappresentante). Tutti loro finirono per trovare in Spagna un luogo di lavoro, integrandosi e svolgendo le loro carriere nel cinema spagnolo e allontanandosi dal panorama bellico in Italia durante la Grande Guerra. In questo progetto metto in contatto queste con altre esperienze di viaggio di andate e ritorni con la produzione cinematografica come fulcro tra tecnici e imprese italiane e spagnole. Tra queste i due casi più caratteristici. Quello di Raimundo Minguella, catalano, che lavorerà tra Barcellona e Torino rappresentando case italiane a Barcellona (Film Artistica Gloria e Savoia Film) e case spagnole in Italia (Hispano Film) per poi creare un’impresa tutta sua italo-spagnola di produzione, Excelsa Films, che porterà a girare in Spagna Mario Caserini tra il 1916 e il 1920. E il caso di Adelardo Fernández Arias, madrileno, che dopo aver filmato “Asesinato y entierro de Canalejas” nel 1912, se ne andrà prima a Roma e poi a Torino a lavorare per la Società Ambrosio per poi creare le sue produttrici tra il 1917 e il 1920: Victoria Film (1915), Titan Film e Arias Films nel 1917. Nella direzione opposta abbiamo il caso studiato da Ignacio Lahoz di Mario Roncoroni e Giuseppe Sessia e la loro casa di produzione Apolo Films a Valencia tra il 1925 e il 1926.

 

Ma soprattutto miriamo a recuperare, analizzare e preservare il titolo più emblematico della Società Italiana Cines in Spagna sotto il marchio Film de Arte Español: “Carmen” (Doria, Turchi, 1913). Il rompicapo attuale riguarda materiali incompleti di duplicati nella Filmoteca de Catalunya e nella Filmoteca Española, materiali infiammabili nel Centre national du cinéma et de l’image animée francese e brevi frammenti di copia originale nitrato (solo parte dei titoli) nella Cineteca Nazionale. A lungo termine questo sarà il risultato più tangibile della nostra azione su una parte del fragile patrimonio di questi rapporti cinematografici tra Spagna e Italia.

 

Roma, marzo 2020

Per ulteriori informazioni: begona.soto@urjc.es

 

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La Società Italiana Cines en España

Begoña Soto Vázquez.

Academia Española en Roma-Universidad Rey Juan Carlos

La Società Italiana Cines, conocida simplemente como Cines, se crea en 1906 en Roma. Surge a partir de la firma Alberini & Santoni, manifattura di soggetti e films cinematografiche, creada también en Roma en 1905 por Filoteo Alberini con la financiación de Dante Santoni. Tanto la Alberini & Santoni como su heredera Cines tendrán sus estudios en la via Appia Nuova (via Veio) a las afueras de la puerta de San Giovanni. Filoteo Alberini filma en 1905 “La presa di Roma” que pasa según la historiografía por ser la primera filmación de ficción de nacionalidad italiana. Este filme se restauró y reconstruyó en 2005 por la Cineteca Nazionale a partir de duplicados negativos de los años 30 del pasado siglo provenientes de Istituto Luce y previo análisis y comparación de copias existentes en la propia Cineteca Nazionale, en la Cineteca Italiana de Milán, en la Cinemateca Argentina en Buenos Aires, en el MOMA de Nueva York y en el National Film and Television Archive (Reino Unido), además de un fotograma suelto aportado por el historiador Aldo Bernardini. Aún así el material recuperado en 2005 tiene un metraje de 75 metros (tres minutos, treinta segundos de proyección aproximada a 18 ips), según fuentes publicitarias de la época la obra estrenada en 1905 medía 250 metros (doce minutos de proyección aproximadamente a 18 ips) (Bollettino n. 1. Alberini & Santoni. 1905). Si hago este rodeo por un título y su restauración que en principio poco tiene que ver con este proyecto es para que desde el inicio quede clara la dificultad y problema de enfrentarnos a los materiales cinematográficos a su estudio, su reconstrucción y restauración.

A partir de 1911 Cines no solo será una manufactura o productora de películas, sino que compra la patente e instala una fábrica en Padua para comenzar a fabricar su propio celuloide o película virgen. También en 1911 inicia la creación de sucursales para la distribución de sus títulos en diversas ciudades europeas, entre ellas la de Barcelona a cargo de primero de Berardo Munzi y luego de Giuseppe Miraglia. Este sistema de instalar una oficina propia con su encargado directamente traído desde Italia para comercializar sus títulos permanece durante toda la historia de Cines en Barcelona. Es un sistema que ninguna otra productora italiana en España intentará y que con variantes será el seguido por las dos grandes casas francesas de la época Pathé y Gaumont. Estudiando la prensa cinematográfica de la primera década del siglo XX tenemos constancia de que Cines bajo la dirección de Munzi y Miraglia tuvo en distribución mas de mil títulos en España (y de ahí hacía toda Latino América) entre 1910 y 1917.

A mediados de 1913 según la historiadora Palmira González o el catálogo de títulos Julio Pérez Perucha, Cines establece algo más que una sucursal para la distribución. Creará la marca Film de Arte Español para producir películas. No sabemos si las filmaciones son en régimen de coproducción, como producciones netamente españolas o simplemente como producciones italianas que se filman (en parte) en escenarios de España. Por diversas vías he podido elaborar una primera lista de producciones vinculadas a Film de Arte Español todas ellas de 1913 y de alguna manera bajo la responsabilidad técnica de Giovanni Doria estás serían: “Carmen”, “Luz que vuelve”, “El collar de diamantes”, “El revólver del Kri-kri”, “El crimen de otro”, “Los dos buzos”, “El hijo del mar” y “Los solitarios del bosque”. En una primer análisis realizado estos meses podemos decir que se conservan materiales de “Carmen” (incompleta) en Centre national du cinéma et de l’image animée (Francia), Filmoteca Española, Filmoteca de Catalunya y Cineteca Nazionale; de “El collar de Diamantes” (incompleta) en Filmoteca Española y Radio Televisión Española; de “El revólver del Kri-kri” (por investigar) en Centre national du cinéma et de l’image animée (Francia) y de “Los dos buzos” (por consultar) en la Cineteca Italiana (Milán).

En este proyecto tratamos por un lado las biografías de los técnicos y empresarios que Cines traslada a España entre 1910 y 1917: Goffredo Mateldi (actor y realizador), Augusto Turchi (realizador, guionista, puesta en escena y administrador), Giovanni Doria (realizador y director de fotografía), Berardo Munzi (gerente y distribuidor) y Giuseppe Miraglia (gerente y representante). Todos ellos acaban por encontrar en España su lugar de trabajo integrándose y desarrollando sus carreras en el cine español y alejándose del panorama bélico de Italia durante la Gran Guerra. Pongo en contacto en este proyecto éstas con otras experiencias de viajes de ida y vuelta con la producción cinematográfica como centro entre técnicos y empresas italianas y españolas. Entre éstas los dos casos más característicos. El de Raimundo Minguella catalán que trabajará entre Barcelona y Turín representando a casas italianas en Barcelona (Film Artistica Gloria y Savoia Film) y a casas españolas en Italia (Hispano Film) para luego crear su propia empresa italo-española de producción Excelsa Films que traerá a filmar a España a Mario Caserini entre 1916 y 1920. Y el caso de Adelardo Fernández Arias madrileño que después de filmar “Asesinato y entierro de Canalejas” en 1912 se marchará primero a Roma y luego a Turín trabajando para la Società Ambrosio para luego crear sus propias productoras entre 1917 y 1920: Victoria Film (1915), Titan Film y Arias Films en 1917. O en el sentido inverso el caso más estudiado por Ignacio Lahoz de Mario Roncoroni y Giuseppe Sessia y su productora Apolo Films en Valencia entre 1925 y 1926.

Pero sobre todo intentamos recuperar, analizar y preservar el título más emblemático de la Società Italiana Cines en España bajo la marca Film de Arte Español: “Carmen” (Doria, Turchi, 1913). El rompecabezas que actualmente tenemos consta de materiales incompletos de duplicados en la Filmoteca de Catalunya y Filmoteca Española, materiales inflamables en el Centre national du cinéma et de l’image animée francés y breves fragmentos de copia original nitrato (solo parte de los títulos) en la Cineteca Nazionale. A largo plazo ese será el resultado más tangible de nuestra acción sobre una parte del frágil patrimonio de estas relaciones cinematográficas entre España e Italia.

Roma, marzo 2020

para más información: begona.soto@urjc.es

Finestre Aperte – Jorge Luis Marzo

JORGE LUIS MARZO

Lo chiamerò Mr. Motorhead, visto che si è presentato con una maglietta con il noto logo heavy. Avrà poco più di 30 anni. È un programmatore autonomo e offre i suoi servizi a diverse compagnie telefoniche, ospedaliere, e piattaforme online. Ho un appuntamento con lui a pranzo perché mi spieghi alcune delle cose che fa con gli algoritmi e per sottoporgli un’idea che mi ronza in testa. Prima che portino il cibo mi racconta che ha appena programmato un codice di machine learning per un’azienda medica con l’obiettivo di prevedere quali pazienti avranno l’emicrania nei prossimi giorni. Mi vengono in mente le schede criminali di Cesare Lombroso, piene di volti emaciati, o le foto di Charcot con donne “isteriche”. Motorhead ha processato moltissime delle immagini che gli hanno fornito dei volti dei malati, e non so quante altre variabili. Quello che ha consegnato è un protocollo che stabilisce un pronostico: “sbaglia molto di rado”, mi dice. Gli chiedo una definizione chiara del machine learning. Mi conferma ciò che già sapevo: “Le sequenze di un codice informatico non sono più soltanto parole e testi, ma immagini. La capacità del software di leggere le immagini ha cambiato il modo di programmare e, inoltre, anche le operazioni associate alle immagini sono facilmente trasformabili in comandi”. E, più distaccato, aggiunge: “Chiamiamo machine learning il programma informatico che si nutre di un insieme di dati introdotti – immagini, per esempio – e che determina modelli con i quali realizzare pronostici in relazione a delle variabili prestabilite, vale a dire, in relazione a ciò che stiamo cercando. Esiste da molto tempo, ma ora i sistemi si sono velocizzati tantissimo”. Mentre arriva il piatto a tavola mi spiega anche, divertito, il passatempo che ha adottato ultimamente con altri amici programmatori: processare una serie di variabili del campionato di calcio in sistemi intelligenti e fare scommesse online sulle partite: “Ogni settimana guadagno un 50% dell’investimento. Non gioco molto. A fine mese arriverò a 250€ circa. È solo per divertirmi”. A questo punto gli espongo la mia idea: è plausibile la possibilità di predire uno stile artistico mediante algoritmi di apprendimento automatico? Mi ascolta con attenzione e dice: “Senza problemi. Dovresti soltanto darmi un dataset abbastanza grande [l’insieme di immagini di cui si alimenta e da cui impara il programma], che dovrebbe includere cose tipo un catalogo storico delle opere e degli artisti acquisite per le collezioni, le principali vendite delle gallerie d’arte, un elenco delle principali mostre di arte contemporanea nei musei, una lista dei premi più rilevanti, un sacco di copertine di riviste d’arte e dei loro principali articoli, e cose così”. Quando gli dico che la mia intenzione è quella di ideare una mostra con sistemi di intelligenza artificiale (IA) che giochino a determinare il futuro dell’arte, della moda, del design, ma che naturalmente dev’essere qualcosa di parodistico, perché non ci credo che degli algoritmi siano capaci di pronosticare una cosa del genere a venti o trent’anni, mi risponde: “Macché! Si può fare senza problemi. Mi serve soltanto un buon dataset”. Insisto: non vedo come sia possibile scrivere in codice un insieme così straordinariamente complesso e dinamico come i mutevoli fenomeni sociali, politici o economici che danno luogo alla produzione culturale ancor prima che questi si costituiscano. Sarebbe come scrivere il contesto e le condizioni stesse dell’atto creativo. La sua risposta è diafana: “Il programma non potrà dirti che cosa faranno gli artisti, ma quali stili e tendenze regneranno. Senza problema. Mi serve soltanto un buon dataset”.

La Biennale di Liverpool e il Whitney Museum of American Art hanno lanciato per il 2020 una proposta online intitolata The Next Biennial Should be Curated by a Machine. Il progetto si definisce come una ricerca dei rapporti tra curatela e IA e sulla possibilità di sviluppare un sistema capace di curare una mostra o un’intera biennale, basandosi sui principi che reggono gli attuali algoritmi. L’intenzione è quella di inserire dati di un vasto registro di processi di curatela e mostre per generare una serie di risposte espositive[1]. Ovviamente, il mio primo impulso è dire: Perché no? Alla fin fine, il processo della curatela è arbitrario quanto qualsiasi altra decisione in ambito estetico. Potremmo anche dire che la curatela di opere d’arte – vale a dire, formalizzare mostre tramite tematiche e opere concordi – può essere il risultato di ricerche profonde svolte con rigore accademico e cognizione di causa, ma alla fine neanche questa attività sfugge al fatto di essere costruita attorno all’interpretazione di modelli, perfino applicata a quei fenomeni che sembrano non avere similitudini o analogie. Pertanto, perché una macchina non avrebbe la stessa possibilità di interpretare i manufatti culturali sotto gli arcani della propria deduzione meccanica? Certamente le possono mancare variabili che considereremmo perentorie, ma non è la stessa ragione che spesso si adduce quando si critica una mostra, proprio quella che il curatore o la curatrice non hanno tenuto conto di qualcosa?

Perché, andiamo al sodo, non è stata la storia dell’arte lo studio di modelli nella rappresentazione? I suoi principi, maturati alla fine del Rinascimento – in Vasari, in Bellori – nacquero in base a delle genealogie costituite tramite la ricerca di modelli capaci di mettere in relazione motivi, geografie e biografie, con il fine di generare stili che potessero essere raccontati sotto forma di gallerie di pittura, gabinetti di curiosità, libri di iconografia. Perché dipingono così i fiorentini, o colà i veneziani? Perché lì marcano di più il disegno e là di più il colore? Cercarono modelli e li trovarono, perché volevano trovarli. Al tempo stesso, tutta la scuola storiografica moderna, da Aby Warburg ed Erwin Panofsky, professa una fede incrollabile nel modello, la mappa, l’atlante, il catalogo, l’albero genealogico. Ernst Gombrich, uno dei padrini più insigni degli studi iconografici, disse che “la nostra mente è talmente avida di significati che non smette di cercare e integrare, preda della sua brama insaziabile, pronta a divorare qualsiasi cosa possa soddisfare questa necessità una volta suscitata”. Il risultato non è altro che schemi iconologici – canoni – che servono da domini per la costruzione di racconti storici e culturali. Un’immensa parte della storia e della critica d’arte rimanda al modello, forse perché “arte è imporre un disegno all’esperienza, e il nostro godimento estetico sta nel riconoscere quel disegno”. E non lo dice uno storico, ma un matematico, Alfred Whitehead. Non dubitate, le scienze “esatte” condividono con le scienze iconologiche un corpo metodologico basato sull’esplorazione di modelli e deviazioni.

Detto ciò, bisogna fare una distinzione tra la scienza dei modelli applicata all’immagine. Dalle analisi ormai classiche di Panofsky possiamo distinguere tra iconografia e iconologia. La prima descrive e classifica le immagini; la seconda si occupa dell’interpretazione del significato e del senso di queste immagini in un contesto dato. L’iconologia è, pertanto, una scienza che sposa la storia del pensiero, della politica, della scienza e della trasmissione della cultura. Ritorniamo ora un momento a Mr. Motorhead e alla sua tesi sulla fattibilità di un pronostico algoritmico della futura storia dell’arte. Ammettiamo che sia possibile immaginare che un programma possa predire l’iconografia che si presenterà come rilevante in un futuro relativamente vicino. Tuttavia, è altrettanto immaginabile che possa prevedere un’iconologia, il tessuto storico-culturale che dà senso e rende possibile interpretare in ogni momento e spazio una produzione estetica? Non sarebbe la parodia – anacronistica, chiaro, perché non sappiamo cosa succederà da qui a trent’anni, ma, lo sappiamo già, non c’è nulla di nuovo sotto il sole – il meccanismo, forse l’unico, che potrebbe rendere fattibile una possibilità di senso per noi, nel nostro stare ed essere oggi?

Tutto questo ci porta a un problema fenomenologico. Se la determinazione di modelli è stata il filo conduttore di una parte importante della storia e della critica artistica, oggi l’IA, attraverso le sue molteplici applicazioni, promette di esplorare importanti trasformazioni e mutazioni nell’ambito dello studio delle immagini, sia di quelle considerate artistiche che dei manufatti visivi in generale, e tutto tramite modelli. In quest’ultimo ambito, sappiamo già che storia è: l’algoritmo ha determinato che tipo di immagini appaiono sulle nostre ricerche online grazie alla conoscenza immagazzinata della nostra cronologia; quali video accompagnano la nostra ultima incursione su YouTube; quali immagini considera che avranno più successo su Instagram o Facebook; ritocca istantaneamente le foto che scattiamo con il cellulare; falsifica incredibilmente bene discorsi di personaggi pubblici; o predice abbastanza verosimilmente che aspetto avremo da anziani o come eravamo quando avevamo tre anni. L’algoritmo cerca modelli dappertutto e per tutti i fenomeni e proietta come mai prima il mito razionalista della “esattezza” perfino nella finzione. L’algoritmo dice di essere capace di determinare il nostro orientamento sessuale con un 93% di successo – addirittura prima che il soggetto in questione conosca il proprio orientamento sessuale –; si sente sicuro di calcolare, semplicemente guardando alcuni nostri ritratti, se saremo una bella coppia; sanno ancor prima dello stesso richiedente di un mutuo o di un posto di lavoro se è solito essere sincero ai colloqui; produce telefoni intelligenti in cui si accende una spia rossa se viene individuato un modello di menzogna nella voce di chi parla; redige testi di canzoni, scrive sceneggiature per il cinema o compone le notizie in modo tale da garantire l’attenzione del pubblico; raccoglie milioni di impronte digitali delle milioni di persone che mostrano i palmi delle mani nelle foto che caricano sui social network. Siamo tutti un po’ allo sbando con questi argomenti. Ogni giorno si inventano qualcosa.

Ma che cosa fa oggi l’algoritmo nel dominio delle immagini storico-estetiche, vale a dire, nell’iconografia patrimoniale? Finisce partiture di brani musicali o dipinti a olio che i loro autori hanno lasciato incompleti; compone canzoni dei Beatles che la band “non è riuscita a fare”; ricostruisce i frammenti perduti di opere archeologiche; fa sorridere la gente che appare in vecchi film muti o mette la voce in perfetta sincronia con il movimento delle labbra. Ormai non serve più l’esperto capace di decifrare ciò che dice una persona guardando soltanto il labiale. È tutto automatico (o questo dice la macchina). Fra l’altro, mettendo la voce ad attori che dicevano cose qualsiasi nei film muti, consapevoli che nessuno li avrebbe uditi, i risultati saranno assolutamente affascinanti: guarderemmo film non surrealisti, di più. Ci sarà, allora, da rifondare una storia del cinema a partire, non tanto da ciò che non si volle filmare, bensì da quello che realmente si filmò? La storia del cinema tra il 1894 e il 1929 diventerà una storia documentaristica? Ma non lo era già, diceva Buñuel?

Queste potenti capacità del machine learning presentano questioni e problemi sul valore dell’obiettività (esiste l’obiettività senza contesto?), sulla pertinenza pubblica dei racconti (gli algoritmi pretendono di sapere di noi più di noi stessi), sulla funzione degli esperti (che ruolo hanno di fronte alle conclusioni visualizzate attraverso i dati), sulla capacità di comprensione (i programmatori spesso non sanno quale sia la logica interna degli algoritmi), o sugli effetti nei mercati culturali e nell’interpretazione sociale dei fenomeni (gli algoritmi sono istantanei, invisibili e onnipresenti, e sono alimentati costantemente dai dati forniti da utenti spensierati). Ma allo stesso tempo, offrono possibilità inedite per osservare alternative di indicizzazione, per produrre finzioni che riflettono i miti su cui tradizionalmente si sono basate le discipline storiografiche per proporre e convalidare genealogie.

In sostanza, stiamo dando alla luce una storia dell’arte pensata specificatamente per essere processata dagli algoritmi, costruita con un linguaggio intessuto con l’unico scopo che l’algoritmo possa interpretarlo e stabilire la sua diagnosi in totale pienezza? Immaginiamo un programma di IA tra trent’anni. Ci troviamo di fronte a un paradosso interessante. Grazie a tutti gli input immagazzinati, potrà ricostruire senza battere ciglio la (a quel punto) storia recente dell’arte proprio perché il dataset di un enorme Big Data è stato configurato per essere letto dalle macchine, con le loro logiche, per esempio, con complessi insiemi di tag che permettano di mettere in relazione le cose a livello iconologico. Se così fosse, potrebbe interpretare la produzione culturale precedente all’epoca in cui la storia dell’arte è stata scritta per le macchine con prospettive che potrebbero confutare il linguaggio stesso del dataset, per esempio, mettendo in dubbio l’idea stessa di genealogia? Dato che gli algoritmi si offrono per predire la realtà, che sia passata o futura, la realtà che alla fine accada e non coincida con il pronostico entrerà nella lista come “deviazione statistica”, vale a dire, liste di anomalie sempre condotte tramite standard. Che genere di genealogie potrebbe emettere questa macchina? Avranno qualcosa a che vedere con il complesso mondo che ha reso possibile quelle opere d’arte o rifletteranno solamente i criteri imposti alle macchine per cercare determinati modelli considerati “prevedibili”?

[1] https://www.e-flux.com/announcements/42952/the-next-documenta-should-be-curated-by-an-artist/

 


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JORGE LUIS MARZO

Le voy a llamar Mr. Motorhead, pues se presentó con una camiseta con el conocido logo heavy. Tendrá unos 30 y algo. Es programador independiente y ofrece sus servicios a diversas compañías telefónicas, hospitalarias, y plataformas online. He quedado con él para comer a fin de que me explique algunas de las cosas que hace con los algoritmos y para consultarle sobre una idea que me ronda en la cabeza. Antes de que traigan la comida me cuenta que acaba de programar un código de machine-learning para un empresa clínica con el objetivo de predecir qué pacientes tendrán migraña en los próximos días. Me vienen a la mente las fichas criminales de Cesare Lombroso, llenas de rostros macilentos, o las fotos de Charcot con mujeres “histéricas”. Motorhead ha procesado montones de imágenes que le cedieron de los rostros de los enfermos, y no sé cuántas variables más. Lo que él ha entregado es un protocolo que establece un pronóstico: “falla muy pocas veces”, me dice. Le pido una definición clara de lo que es el machine learning. Me confirma lo que ya sabía: “Las secuencias de un código informático ya no son solo palabras y textos, sino imágenes. La capacidad del software para leer las imágenes ha cambiado la forma de programar, y además, las operaciones asociadas a las imágenes también son fácilmente convertibles en comandos”. Y más displicente, añade: “Llamamos machine-learning al programa informático que se nutre de un conjunto de datos introducidos -imágenes, por ejemplo-, y que determina patrones con los que realizar pronósticos en relación a unas variables preestablecidas, es decir, en relación a aquello que estamos buscando. Hace mucho que esto existe, pero ahora los sistemas se han acelerado muchísimo”. Al llegar el plato a la mesa también me explica, divertido, el pasatiempo que ha adoptado últimamente con otros amigos programadores: procesar una serie de variables de la liga profesional de fútbol en sistemas inteligentes y hacer apuestas online en los partidos: “Cada semana gano un 50% de la inversión. No juego mucho. Al acabar el mes, habré sacado unos 250€. Es solo para divertirme”. Es entonces cuando le expongo mi idea: ¿sería posible la posibilidad de predecir un estilo artístico mediante algoritmos de aprendizaje automático? Me escucha atento y dice: “Sin problema. Sólo tendrías que darme un dataset bastante grande [el conjunto de imágenes del que se alimenta y aprende el programa], que debería incluir cosas como un catálogo histórico de las obras y artistas adquiridas para colecciones, las principales ventas de las galerías de arte, un elenco de las principales exposiciones de arte contemporáneo en los museos, una lista de los premios más relevantes, un montón de portadas de revistas de arte y de sus principales artículos, y cosas así”. Cuando le digo que mi intención pasa por idear una exposición con sistemas de inteligencia artificial (IA) que jueguen a determinar el futuro del arte, de la moda, del diseño, pero que naturalmente debe ser algo paródico, pues no me creo que unos algoritmos sean capaces de pronosticar algo parecido a 20 o 30 años, me responde: “¡Qué va! Se puede hacer sin problemas. Solo necesito un buen dataset”. Le insisto: no veo cómo es posible escribir en código un conjunto tan extraordinariamente complejo y dinámico como los mutantes fenómenos sociales, políticos o económicos que dan pie a la producción cultural antes mismo de que éstos se constituyan. Sería cómo escribir el contexto y las condiciones mismas del acto creativo. Su respuesta es diáfana: “El programa no podrá decirte qué es lo que harán los artistas, sino qué estilos y tendencias reinarán. Sin problema. Sólo necesito un buen dataset”.

La Biennal de Liverpool y el Whitney Museum of American Art han lanzado para 2020 una propuesta online titulada The Next Biennial Should be Curated by a Machine. El proyecto se define por ser una investigación de las relaciones entre comisariado e IA y sobre la posibilidad de desarrollar un sistema capaz de comisariar una exposición o toda una bienal, basándose en los principios que rigen los actuales algoritmos. La intención es insertar datos de un vasto registro de procesos curatoriales y exposiciones para generar una serie de propuestas exhibitivas[1]. Desde luego, mi primer impulso es decir: ¿Por qué no? Al final y al cabo, el proceso de comisariar es tan arbitrario como cualquier otra toma de decisión en el ámbito estético. Podremos también decir que comisariar obras de arte -esto es, formalizar exposiciones mediante temas y obras acordes- puede ser el resultado de investigaciones de calado llevadas a cabo con rigor académico y conocimiento de causa, pero finalmente esta actividad tampoco escapa al hecho de estar construida alrededor de la interpretación de patrones, incluso siendo aplicada a aquellos fenómenos que aparentan no tener similitudes o analogías. Así pues, ¿por qué una máquina no tendría la misma posibilidad de interpretar los artefactos culturales bajo los arcanos de su propia deducción mecánica? Ciertamente, le pueden faltar variables que consideraríamos perentorias, pero, ¿no es esa la razón que a menudo se esgrime cuando se critica una exposición, que precisamente el comisario o comisaria no ha tenido en cuenta algo?

Porque, vayamos al grano, ¿no ha sido la historia del arte el estudio de patrones en la representación? Sus principios, gestados a finales del Renacimiento -en Vasari, en Bellori-, nacieron en base a unas genealogías constituidas mediante la búsqueda de patrones capaces de relacionar motivos, geografías y biografías, a fin de generar estilos que pudieran ser relatados en forma de galerías de pintura, de gabinetes de curiosidades, de libros de iconografía. ¿Por qué pintan así los florentinos, o asá los venecianos? ¿Por qué allí marcan más el dibujo y allá más el color? Se buscaron patrones y los encontraron, porque querían encontrarlos. Al mismo tiempo, toda la escuela historiográfica moderna, desde Aby Warburg y Erwin Panosfky, profesa una fe inquebrantable en el modelo, en el mapa, el atlas, en el catálogo, en el árbol genealógico. Ernst Gombrich, uno de los padrinos más notables de los estudios iconográficos, dijo que «nuestra mente está tan ávida de significados que no para de buscar e integrar, en su afán insaciable, presta a devorar cualquier cosa que pueda satisfacer esta necesidad una vez suscitada». El resultado no es otro que esquemas iconológicos -cánones- que sirven de dominios para la construcción de relatos históricos y culturales. Una inmensa parte de la historia y de la crítica de arte se remite al patrón, quizá porque «el arte es la imposición de un patrón a la experiencia, y nuestro disfrute estético es el reconocimiento de un patrón». Y no lo dice un historiador, sino un matemático, Alfred Whitehead. No lo duden, las ciencias «exactas» comparten con las ciencias iconológicas un cuerpo metodológico basado en la exploración de patrones y desviaciones.

Dicho esto, hay que hacer una distinción en la ciencia de los patrones aplicada a la imagen. Desde los análisis ya clásicos de Panofsky podemos distinguir entre iconografía e iconología. La primera describe y clasifica las imágenes; la segunda se ocupa de la interpretación del significado y del sentido de estas imágenes en un contexto dado. La iconología es, por tanto, una ciencia que casa la historia del pensamiento, de la política, de la ciencia y de la transmisión de la cultura. Regresemos ahora un momento a Mr. Motorhead y a su tesis sobre la factibilidad de un pronóstico algorítmico de la futura historia del arte. Aceptemos que es posible imaginar que un programa pueda predecir la iconografía que se presentará como relevante en un futuro relativamente cercano. Sin embargo, ¿es igual de imaginable que pueda prever una iconología, el tejido histórico-cultural que da sentido y hace posible interpretar en cada momento y espacio una producción estética? ¿No sería ser la parodia -anacronista, claro, porque no sabemos lo que sucederá de aquí a 30 años, pero, ya lo sabemos, no hay nada nuevo bajo el sol- el mecanismo, acaso el único, que pueda hacer factible una posibilidad de sentido para nosotros, en nuestro estar y ser hoy?

Todo esto nos lleva a un problema fenomenológico. Si el establecimiento de patrones ha sido el hilo conductor de una parte importante de la historia y de la crítica artísticas, hoy la IA, a través de sus múltiples aplicaciones, promete explorar importantes transformaciones y mutaciones en el ámbito del estudio de las imágenes, tanto de las consideradas artísticas como de los artefactos visuales en general, y todo mediante patrones. En este último ámbito, ya conocemos de qué va esto: el algoritmo empezó determinando qué tipo de imágenes aparecen en nuestras consultas online gracias al conocimiento almacenado de nuestro historial de búsquedas; qué vídeos acompañan a nuestro último visionado en YouTube; qué imágenes considera que tendrán más éxito en Instagram o en Facebook; retocando instantáneamente las fotos que hacemos en el móvil; falseando alucinantemente bien discursos de personajes públicos; o prediciendo con bastante verosimilitud qué pinta tendremos de ancianos o cómo éramos cuando teníamos tres años. El algoritmo busca patrones en todas partes y para todos los fenómenos y proyecta como nunca antes el mito racionalista de la «exactitud» incluso en la ficción. El algoritmo dice ser capaz de determinar nuestra orientación sexual con un 93% de éxito -incluso antes de que el sujeto en cuestión sepa su orientación sexual-; se siente seguro de calcular, con sólo mirar unos cuantos retratos nuestros, si haremos buena pareja; saben antes que el propio solicitante de un crédito o de un puesto de trabajo si suele ser sincero en las entrevistas; opera teléfonos inteligentes en los que se enciende un piloto rojo si detecta un patrón de mentira en la voz del que habla; redacta letras de canciones, escribe guiones de cine o compone las noticias de forma que se asegura la atención de las audiencias; recoge millones de huellas dactilares de los millones de personas que enseñan las palmas de las manos en las fotos que suben a las redes sociales. Todos vamos a salto de mata con estos temas. Cada día se inventan algo.

Pero, ¿qué hace hoy el algoritmo en el dominio de las imágenes histórico-estéticas, esto es, en la iconografía patrimonial? Pues acaba partituras de piezas musicales o pinturas al óleo que sus autores dejaron sin terminar; compone canciones de los Beatles que la banda «no llegó a hacer»; reconstruye los fragmentos perdidos de obras arqueológicas; hace sonreír a la gente que aparece en antiguas películas mudas o les pone voz en perfecta sincronía con los movimientos de los labios. Ya no hace falta el experto capaz de descifrar lo que dice una persona con sólo mirar los gestos labiales. Es todo automático (o eso dice la máquina). Por cierto, que al poner voz a actores que decían cualquier cosa en las películas mudas, sabedores de que nadie les oiría, los resultados serán del todo fascinantes: estaremos ante películas, no surrealistas, lo siguiente. ¿Habrá, entonces, que volver a fundar una historia del cine a partir, no de lo que se quiso filmar, sino de lo que realmente se filmó? ¿Pasará a ser la historia del cine entre 1894 y 1929 una historia documentalista? Pero, ¿no lo era ya, decía Buñuel?

Estas potentes capacidades del machine learning presentan cuestiones y problemas sobre el valor de la objetividad (¿existe la objetividad sin contexto?), sobre la competencia pública de los relatos (los algoritmos pretenden saber de nosotros más que nosotros mismos), sobre la función de los expertos (qué papel tienen ante las conclusiones visibilizadas por los datos), sobre la capacidad de comprensión (los programadores a menudo no saben cuál es la lógica interna de los algoritmos), o sobre los efectos en los mercados culturales y en la interpretación social de los fenómenos (los algoritmos son instantáneos, invisibles y ubicuos, y son alimentados constantemente por los datos facilitados por usuarios despreocupados). Pero, al mismo tiempo, ofrecen posibilidades inéditas para observar alternativas de indexación, para producir ficciones que refleja los propios mitos en que tradicionalmente se han basado las disciplinas historiográficas para proponer y validar genealogías.

En definitiva, ¿estaremos alumbrando una historia del arte específicamente pensada para ser procesada por los algoritmos, construida con un lenguaje solamente tejido para que el algoritmo pueda interpretarlo y emplazar su diagnosis con la máxima plenitud? Imaginemos un programa de IA dentro de 30 años. Nos encontramos ante una paradoja interesante. Gracias a todos los inputs almacenados, podrá reconstruir sin pestañear la (entonces) historia reciente del arte precisamente porque el dataset de un enorme Big Data se fue configurando para poder ser leído por las máquinas, con sus propias lógicas, por ejemplo, con conjuntos complejos de tags que le permitan relacionar las cosas iconológicamente. Si eso así se diera, ¿podría interpretar la producción cultural previa al tiempo en que la historia del arte fue escrita para las máquinas bajo perspectivas que pudieran cuestionar el propio lenguaje del dataset, por ejemplo, poniendo en solfa la propia idea de genealogía? Dado que los algoritmos se ofrecen para predecir la realidad, ya sea pasada o futura, la realidad que finalmente suceda y que no coincida con el pronóstico entrará en la lista como «desviación estadística», es decir, listas de anomalías conducidas también mediante patrones. ¿Qué clase de genealogías podrá emitir esa máquina? ¿Tendrán algo que ver con el complejo mundo que hizo posible aquellas obras de arte o sólo reflejarán los criterios que les fueron impuestos a las máquinas para buscar determinados patrones considerados “predecibles”?

[1]https://www.e-flux.com/announcements/42952/the-next-documenta-should-be-curated-by-an-artist/

FINESTRE APERTE

07. Post 3

15 de mayo al 6 de junio de 2020

El tradicional Open Studios se convierte en Finestre Aperte, un programa de exhibición online que mostrará los proyectos en realización de 22 creadores e investigadores residentes en la Academia de España en Roma. Estos proyectos de fotografía, video, escultura, ilustración o música, entre otras disciplinas, reflexionan acerca de diferentes aspectos de la realidad contemporánea y son de vital importancia para recordarnos el papel de la cultura, especialmente en tiempos difíciles. Del mismo modo que algunas de las mayores obras de arte del pasado fueron realizadas en épocas convulsas, en la actualidad los creadores e investigadores incorporan a sus proyectos las dificultades y generan espacios de reflexión específicos de gran interés para nuestra sociedad: sus descubrimientos y encuentros se irán mostrando progresivamente a través de este innovador programa de exhibición virtual titulado #FinestreAperte.

-15 de mayo: Claudio Sotolongo – Vándalos o poetas visuales en la Roma contemporánea
-16 de mayo: Jana Leo – Retratos de la post-ideología
-17 de mayo: Jorge Luis Marzo – Iconografía e inteligencia artificial
-18 de mayo: Manuel Vilas – La belleza y la literatura: Roma
-19 de mayo: Enrique Radigales – Del Testaccio al Papagallo
-20 de mayo: Begoña Soto – La Società Italiana Cines en España
-21 de mayo: Eduardo Soutullo – Roma: Recintos sacros y espacialización sonora
-22 de mayo: Antonio Buchanan – Colina nº8
-23 de mayo: José Ramón Ais – Arbolado para calles, imperios y paraísos
-24 de mayo: Irene Clementine – Tarde de fiesta en un sueño barroco
-26 de mayo: Ana Zamora – Tradición popular y puesta en escena: las idas y vueltas del teatro de títeres
-27 de mayo: Jorge Cubero – Tipografía/Espacio/Identidad
-28 de mayo: Pantxo Ramas – Palimpsesto Basagliano: la Libertad como una de las Bellas Artes
-29 de mayo: Montse Lasunción – Técnicas de reproducción de monumentos en el siglo XIX
-30 de mayo: Javier Verdugo – Arqueología y poder. La tutela y conservación del patrimonio arqueológico de Roma desde la unidad italiana al dopo guerra (1870-1945)
-31 de mayo: Carla Berrocal – Doña Concha: la rosa y la espina
-1 de junio: Ana Bustelo – Retablo
-2 de junio: Susanna Inglada – Dibujo instalativo
-3 de junio: Federico Guzmán – Las musas salvajes
-4 de junio: Joana Cera – Escultura, escritura
-5 de junio: Eduardo Soutullo – Roma: recintos sacros y espacialización sonora
-6 de junio: Javier Pividal – El alma oscura

Finestre Aperte – Manuel Vilas

UN APUNTE ROMANO

Mi proyecto literario de la Academia de España en Roma está siendo muy fructífero. Ha habido algunas circunstancias interesantes; la más relevante ha consistido en cómo mi proyecto original se ha ido transformando en el diálogo constante que vengo manteniendo con la ciudad de Roma. Lo que sí debo constatar es que mi proyecto original ha sufrido un desplazamiento de género literario. Inicialmente, el planteamiento previo era de carácter narrativo, y tenía como objetivo la escritura de una novela. Se ha ido imponiendo, inesperadamente, la poesía.

Mi forma de trabajo consiste en recorrer la ciudad de Roma (también hay un capítulo dedicado a Florencia), caminar sus calles, visitar sus museos, sus centros de gravedad, y luego transformar todas esas vivencias en literatura. Mi plan ha consistido y consiste en salir todos los días a la búsqueda de la esencia de la ciudad. Suelo caminar entre 3 y 4 horas diarias, y he construido diferentes itinerarios. Mi proyecto se basa también en el conocimiento de la vida ordinaria y cotidiana de la ciudad de Roma, la vida de la gente, la vida en los bares, las tiendas, en la calle, en el transporte público, etc.

Mi propósito ha sido conocer la ciudad, aprenderla, como si fuese el aprendizaje de una lengua. Mi principal desafío ha sido dominar su urbanismo, sus proporciones y sus misterios. Toda ciudad tiene misterios.

También vivir en un edificio como el que alberga la Academia de España en Roma ha tenido su versión literaria en mi trabajo. Es un edificio muy peculiar. Su significado histórico es poroso.

Adjunto un poema como muestra de mi trabajo.

 

BERNINI Y BORROMINI

Hoy he estado viendo el combate

entre Bernini y Borronini,

que en vez de quererse,

ayudarse y respetarse,

se odiaron.

 

La iglesia de Bernini es luz y desesperación.

La de Borronini es serenidad y elegía.

Y las dos son hermosas

y las dos son hijas bien fundadas

de la belleza que arde para todos.

 

Los dos famosos arquitectos

fracasaron en lo único que importa:

no supieron ser hermanos, amigos,

colegas, cómplices.

 

Borromini fue desdichado,

y Bernini afortunado.

 

En la hora de la muerte,

tan mencionada en sus monumentales obras,

los dos fueron un solo cuerpo en derribo.

 

Si tuviera que encargarle

mi casa a alguno de los dos

lo haría a Borromini,

pero ya no es tiempo de la justicia,

nunca lo fue en el mundo.

 

Me gustaría soñar

que se quisieron,

que celebraban juntos

la odisea del arte,

que comían y reían

en los veranos romanos

y bebían y soñaban

la llegada de la luz sobre las piedras

con la fraternidad

como único dios entre los hombres.

MANUEL VILAS

Reactivando videografías (desde Roma) curada por Estibaliz Sadaba

Reactivando videografías (desde Roma)

POR ESTÍBALIZ SÁDABA
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Son ya más de cincuenta años desde que el arte del vídeo apareció por vez primera en el entorno del arte, y cuarenta de cuando el contexto del arte español empezó tímidamente a mostrar interés por unas obras siempre relacionadas de forma exótica con la innovación y aquello que de forma difusa se llamaban “nuevas tecnologías”. No será hasta finales de los años noventa cuando las obras de vídeo comenzaran a verse con cierta normalidad en galerías y museos, inmersas en el proceso de audiovisualización generalizada de nuestras formas de vida: las cada vez mayores posibilidades de acceso por parte de los y las artistas a las formas de grabación y procesado de las imágenes, de un lado, y la también cada vez más asequible posibilidad de proyección de las mismas, por otro, son algunas de las razones que contribuyeron a facilitar este proceso.

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Reactivando videografías (Desde Roma) – SPECULARE IL CAOS, a cura di Anita Calá

SPECULARE IL CAOS

Curada por Anita Calà
con la asistencia proyectual de Giulia Pilieci

Artistas:

Francesca Arri

Matteo Attruia

Lamberto Teotino

 

La simetría acompaña a menudo la idea de una visión equilibrada y armónica en una composición figurativa. Utilizada sobretodo en la Pintura Medieval, conseguía dar un sentido de estatismo, inmovilizando la escena retratada en una eterna instantánea, pero al mismo tiempo equilibrando el ritmo visual de la misma.

Este paralelismo estético nace cuando una o más formas colocadas en el espacio presentan repeticiones regulares, siempre con un eje en el centro del que irradian elementos más o menos especulares.

En contraposición, en el lenguaje artístico contemporáneo, existe una búsqueda obsesiva por desestabilizar la serenidad que generan las imágenes reconfortantes de lo cotidiano, explorando las dinámicas generadas a partir de la descomposición de una estructura reconocible.

En el 1985 Peter Greenaway realiza  el “El zoo”, una obra cinematográfica en la que consigue provocar un cortocircuito en la percepción del observador, contrastando la simetría rígida y reconfortante de las imágenes con una historia surreal y llena de movimiento creando un colapso visual, a través de formas y colores que se descomponen en un loop sincopado.

Y es precisamente del desafío de jugar con dos lenguajes distintos, simetría y caos, que nace la idea de confrontar a los tres artistas elegidos: Francesca Arri, Matteo Attruia e Lamberto Teotino.

Sus obras giran entorno a un eje central, tanto en el plano estructural como el plano visual.

En el video-performance Self Portrait di Francesca Arri (2012) es la carne: el cuerpo, situado inicialmente como el núcleo, desnudo y solo, en el centro y bien visible en su totalidad, pierde lentamente la propia unicidad y fragilidad cuando el observador, que sufre la potencia visual de la imagen a medida que la observa, dándose cuenta de que el objetivo es él mismo, puesto en medio, ridiculizado, observado y burlado por ese mismo cuerpo, que al principio divierte y cautiva, y después avergüenza hasta llegar a molestar de un modo grotesco al ojo que lo observa.

Matteo Attruia presenta la obra inédita All I Need Is All I Need Is All (2020), un video alienante que nos reta con el instrumento de la palabra: se trata de una boca en primer plano, que con una voz sintética nos hipnotiza a través de la repetición de una frase sin solución de continuidad, haciéndonos entrar en el loop de la búsqueda y de la satisfacción de nuestros deseos, donde todo aquello que necesito coincide exactamente con la totalidad de lo que necesito, que es todo aquello que necesito…

Lamberto Teotino desestructura el objeto en non-physical entities (2018-2020), da a luz nuevas formas inexistentes, suscita curiosidad y nos empuja a analizar sus reelaboraciones de la estética primordial: criaturas metálicas suspendidas en un limbo amniótico hecho de aire, vibran en un juego caleidoscópico con una simetría delirante.

Los tres artistas utilizan el video como medio para crear un tejido de lenguajes que van más allá de la simple observación de la imagen.

Envuelven al espectador en una danza de sentidos emocionales, excavando en nuestros recuerdos en busca del por qué. Detrás de estas composiciones de fácil lectura, encontramos esa sensación de malestar que sólo el instinto percibe, haciendo atractivo lo que en la cotidianeidad rechaza.

 

 


SPECULARE IL CAOS

A cura di Anita Calà
Assistente di progetto Giulia Pilieci

Artisti:

Francesca Arri

Matteo Attruia

Lamberto Teotino

 

La simmetria accompagna spesso l’idea di una visione equilibrata ed armonica in una composizione figurativa. Utilizzata soprattutto nella Pittura Medioevale, riusciva a dare un senso di staticità, immobilizzando la scena ritratta in un’eterna istantanea, ma al contempo bilanciandone il ritmo visivo.

Questo parallelismo estetico nasce quando una o più forme disposte nello spazio presentano delle ripetizioni regolari, con sempre al centro un’asse da cui si irradiano elementi più o meno speculari.

In contrapposizione, nel linguaggio artistico contemporaneo, vi è un’ossessiva ricerca per destabilizzare la pacatezza generata dalle immagini rassicuranti del quotidiano, approfondendo le dinamiche generate dalla scomposizione di una struttura riconoscibile.

Nel 1985 Peter Greenaway realizza un’opera cinematografica, “Lo zoo di Venere”, nella quale riesce a provocare un corto circuito nella percezione dell’osservatore, mettendo a contrasto la confortante e rigida simmetria delle immagini con una surreale e movimentata storia in un collasso visivo, tramite forme e colori che si decompongono in un loop sincopato.

Ed è proprio da questa sfida nel giocare con i due linguaggi dissimili, simmetria e caos, che nasce l’idea di mettere a confronto i tre artisti scelti: Francesca Arri, Matteo Attruia e Lamberto Teotino.

Le loro opere ruotano attorno ad un asse centrale, sia sul piano strutturale e sia sul piano visivo.

Nella video-performance Self Portrait di Francesca Arri (2012) è la carne: il corpo, posto all’inizio come nucleo, nudo e solo, al centro e ben visibile nella sua totalità, perde lentamente la propria unicità e fragilità quando l’osservatore, che subisce la potenza visiva di quell’immagine nel tempo, capisce di essere il vero bersaglio, messo in mezzo, deriso, guardato e sbeffeggiato da quello stesso corpo, che prima diverte e coinvolge, poi imbarazza fino ad infastidire in un moto grottesco l’occhio che lo osserva.

Matteo Attruia presenta l’opera inedita All I Need Is All I Need Is All (2020), un video alienante che ci sfida con lo strumento della parola: ed è una bocca in primo piano, che con una voce sintetica ci ipnotizza attraverso la ripetizione di una frase senza soluzione di continuità, facendoci entrare nel loop della ricerca e della soddisfazione dei nostri desideri, dove tutto quello di cui ho bisogno coincide esattamente con il tutto di cui ho bisogno, che è tutto quello di cui ho bisogno…

Lamberto Teotino destruttura l’oggetto in Non-physical Entities (2018-2020), dà alla luce nuove forme inesistenti, suscita curiosità e ci spinge ad analizzare le sue rielaborazioni dall’estetica primordiale: creature metalliche sospese in un limbo amniotico fatto di aria, pulsano in un gioco caleidoscopico maniacalmente simmetrico.

Tutti e tre gli artisti utilizzano il video come mezzo per creare un intreccio di linguaggi lontani dalla sola immagine da osservare. Coinvolgono lo spettatore in una danza di sensi emozionale, scavando nei nostri ricordi alla ricerca del perché, dietro composizioni di facile lettura, troviamo quel senso di disagio che solo l’istinto percepisce, rendendo attraente ciò che nella quotidianità respinge.